El secreto budista.
En este mundo existen muchas dualidades. Quiero decir, no es cierto; la dualidad solo existe en nuestra mente y por eso pensamos que es real: porque la pensamos. En el mundo "real", si es que una cosa tan impensable existe, todos los opuestos están contenidos dentro de la misma experiencia.
Sé que esto no es algo fácil de demostrar, pero es uno de los principios básicos de la Kabbalah. Solo conseguimos darle sentido a las cosas que vemos cuando logramos encajarlas en una cómoda categoría. Entonces podemos decir que lo entendemos, porque sabemos qué palabras lo describen. Pero todos estos conceptos que nos explican el mundo cobran significado cuando los contrastamos con otras palabras, y así sucesivamente.
Por decirlo de la manera más simple posible, la palabra "arriba" no tendría sentido sin el concepto de "abajo". De igual forma, la palabra "abeja" cobra significado cuando podemos relacionarla con "animal", "insecto", e "hijo de &@ta que me va a picar si hago que se enoje".
Con ello quiero decir que las palabras son definidas por otras palabras, no por experiencias. Por eso podemos buscar idioteces como el "éxito" o la "felicidad" durante toda nuestra vida sin saber en realidad a qué nos referimos. La experiencia no tiene nada que ver con esto: podemos tener un techo, comida caliente y un smart phone -cosa que a cualquier primate en sus cinco sentidos lo tendría completamente feliz- y aún así seguiremos buscando algo que nos haga sentir realizados.
Sin embargo, cuando hablamos de la experiencia pura tenemos que tomar en cuenta que va más allá de las palabras. No quiero decir, como muchos místicos afirman, que la realidad "real" está más allá de nuestra pobre y limitada mente humana y tenemos que convertirnos en una especie de superhombres, o "iluminados", para poder percibirla.
Esta creencia hace que los maestros zen, cuando les preguntas cuál es la verdad o el secreto de su arte, te proporcionen un bastonazo en la cabeza: para que dejes de poner diez mil conceptos entre tu ser y la experiencia de lo que es, y te limites a disfrutar el bastonazo... quiero decir, el momento.
Y por esa razón yo no practico el zen ni le hago a sus maestros preguntas idiotas.
Pero cuando te golpean en la cabeza, esa experiencia no está dividida entre "dolor" y "placer". De hecho, no podrías decir que el placer es el "no-bastonazo" o la ausencia de dolor. Es un momento que, mientras duele, no tiene conceptos opuestos ni atributos que puedas describir.
Lo mismo pasa con toda la gama de experiencias humanas: no tienen sentido hasta que podemos pensar en ellas y, al analizarlas, las ponemos en palabras y podemos describir. Por eso es tan difícil hablar del amor, o describir lo que se siente estar enamorado.
Solo te apen€&jas y ya.
Esa es la esencia del secreto budista: cuando piensas, cuando interpretas, cuando deseas, entonces el mundo es un infierno de separación, porque no tienes aquello que quieres, las palabras te separan de las experiencias que analizas, y tu definición del mundo nunca va a ser igual al mundo "real".
Pero la ciencia demuestra que siempre tenemos que pensar; lo contrario se llama muerte cerebral, y los principales síntomas son afiliarse a partidos políticos corruptos, o apoyar a un mal equipo de fútbol. (Solo tu alineación política y equipo deportivos son los correctos, por supuesto).
Somos seres que por naturaleza desean, piensan, interpretan. Puedes intentar suprimir tu naturaleza, o admitir que quieres algo de este mundo. Y trabajar como la €&@ngada hasta lograrlo.